domingo, 20 de mayo de 2012

¿Por qué nos engañamos?

Desde pequeño hemos oído de nuestros mayores que está mal mentir y engañar a los demás, pero pocas veces nos hablaron de algo que es mucho peor: engañarnos a nosotros mismos. ¿Por qué lo hacemos?

El autoengaño es, sencillamente, una defensa para, en muchos casos, no afrontar la realidad. A corto plazo vivir engañado produce un beneficio: evitar pasarlo mal haciendo frente a una situación poco agradable, por ejemplo. Sin embargo, a largo plazo el autoengaño no provocará más que problemas. Entre ellos, la sensación de no poder afrontar tus propias dificultades, con el consiguiente daño personal que eso conlleva.

Para combatir el autoengaño es necesario ser muy consciente de qué está pasando a nuestro alrededor, y para ello el feedback de nuestros seres queridos es fundamental. Nuestra visión está muy acotada, incluso a veces, tremendamente influida no por lo que pasa, sino por lo que querríamos que pasara.

En definitiva, bajo el autoengaño vive oculto el miedo: el miedo a asumir que la realidad es bien diferente a como nos gustaría que fuera. Y ante esto, si queremos ser felices, podemos actuar de dos maneras: aceptando que esta situación es la que es, o bien actuando para cambiar y reconducir nuestra vida hacia donde nos gustaría que en realidad estuviera. 

Vivir en una realidad ficticia, a la larga, no trae más que problemas.


martes, 8 de mayo de 2012

¿Por qué quejarte no te ayuda?

A menudo ocurre que nos quejamos por todo: porque el metro llega tarde, porque los precios suben, por la crisis, porque todo nos sale mal...Y yo me planteo, ¿de qué sirve la queja? Lo cierto es que la queja es una válvula de escape ante la rabia que puede suscitar en nosotros un hecho negativo. Es una especie de ayuda para "sacarlo fuera". Pero toda queja también tiene su lado oscuro...

Cuando te quejas, en el fondo y de forma inconsciente, te estás diciendo a ti mismo que ese hecho, que está fuera de tu control, te afecta. ¡Y claro que te afecta! Ahora bien, una cosa es que te afecte y otra muy distinta es que tu vida dependa de ello. Cuando te quejas, estás alimentando la creencia de que no controlas tu propia vida, puesto que hagas lo que hagas, siempre habrá algo que te joderá el día. 

Este hecho camina sobre la delgada línea del victimismo. Seguro que conoces a la típica persona que se pasa todo el día quejando por todo, como si el mundo estuviera en su contra, como si no pudiera hacer nada para evitar las cosas que le ocurren. En realidad, este comportamiento es un mecanismo de defensa para no asumir su responsabilidad. Es más fácil quejarse por todo que actuar para que las cosas cambien.

En resumen, las quejas hacen que pierdas el control sobre tu vida y evitan, en muchos casos, que puedas tomar decisiones para cambiar la situación que no te gusta, limitando tu responsabilidad y mermando tu autoestima.

Hay quejas adaptativas y muy sanas (como por ejemplo, cuando nos quejamos por un mal servicio en un restaurante). La clave en esta distinción es preguntarnos si quejarnos va a servir de algo. Porque si la respuesta es NO, estaríamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, al sentirnos, sin quererlo,  impotentes e incapaces. 

Nosotros somos los dueños de nuestras propias vidas y tenemos el poder de decidir qué nos afecta y qué no, y de qué manera. Usemos ese poder para potenciarnos, no para limitarnos.