martes, 6 de noviembre de 2012

¿Existe la generosidad?

El otro día, hablando con dos buenos amigos, surgió esta pregunta: ¿existe la generosidad? Yo lo tengo muy claro: la generosidad, aun siendo un concepto abstracto, existe. Existe cuando un niño te da su piruleta aunque no tenga más. Existe cuando una persona deja todo para ir a curar niños enfermos en África. Existe cuando un amigo te invita a una caña. Con lo cual, es palpable que existen hechos generosos.

Ahora bien, la generosidad pura, como casi todo el mundo la entiende, es aquella con la que das sin esperar recibir nada a cambio, ¿verdad? Bien, es aquí donde me quiero detener. Bajo mi punto de vista, la generosidad es también egoísta. ¿Que por qué? Porque decir que es un acto realizado sin esperar nada a cambio, no es honesto. ¡Claro que esperas algo a cambio! Lo que ocurre es que no tienes por qué esperarlo necesariamente de la otra persona, también puedes esperarlo de ti mismo

Y me explico: ponte en situación, recuerda algún acto que hayas realizado recientemente que consideres generoso y por el que no recibieras nada a cambio. ¿Te sentiste bien haciéndolo? Lo más probable, si realmente piensas que fue generoso, es que te sintieras a gusto contigo mismo, en paz, feliz por hacer algo por la otra persona. Bien, entonces, aunque no recibieras nada a cambio de dicha persona, sí que recibiste un refuerzo positivo por tu acción a través de emociones placenteras. ¿Y acaso no es eso recibir algo a cambio de tu generosidad? 

En este punto quiero recordar una de las premisas de la Programación Neurolingüística: "ningún ser humano hace nada sin recibir un beneficio por ello". Afortunadamente, el hecho de que seamos animales sociales, hace que estemos programados para que esto ocurra así. Si las emociones no guiaran este tipo de actos, no conoceríamos la generosidad como tal. Por tanto, el hecho generoso ocurre debido a que somos seres emocionales.


Pero entonces, ¿la persona egoísta no recibe refuerzo positivo al hacer algo por los demás? Claro que sí, también lo recibe. Lo que ocurre es que, al tomar la decisión de dar o no dar, de manera inconsciente y casi instantánea, ponemos en una balanza, por un lado, el beneficio que obtenemos al obrar generosamente, y por otro, el beneficio que obtenemos al obrar egoístamente. ¿Y cuándo se inclina la balanza hacia un lado o hacia otro? Sencillamente, se inclinará hacia donde percibamos que el beneficio sea mayor. Si yo no te ayudo, quizás es porque valoro mi tiempo más que el posible beneficio que me pudiera aportar.

Puede sonar muy frío, pero realmente la diferencia entre una persona egoísta y una persona generosa, simplemente radica en la forma de valorar las cosas: el tiempo, el dinero, o incluso las personas. No pretendo con esto, justificar los comportamientos egoístas, sino más bien ayudar a entenderlos. Observemos que un comportamiento generoso tiene siempre doble premio: te hace sentir bien, y además refuerzas enormemente tus relaciones sociales.

martes, 4 de septiembre de 2012

Lo que me enseña el running: lucho por mis objetivos, no por los tuyos

Correr es un deporte solitario que, paradójicamente, permite que te encuentres con un montón de personas que están jadeando exactamente igual que tú. Unos vienen, otros van. A unos les adelanto, y otros hacen lo propio conmigo. Y en este punto me quiero detener.

Es un error muy frecuente cuando se entrena carrera de fondo enfocarse en lo que están haciendo los demás, y tomarlo como una referencia para nuestra propia percepción del éxito o el fracaso: "si te adelanto soy mejor que tú, si me adelantas soy un mierda". Mi experiencia indica algo muy distinto: puedes estar adelantando perfectamente a un campeón de maratón que esté realizando un ejercicio muy suave de descarga, y eso no significa ni mucho menos que seas mejor que él. 

Por otro lado, sin duda, si adelanto a un tío de 40 años y le humillo con mi vertiginosa velocidad, ese hecho demostraría que él es peor que yo. ¿Y si ese mismo hombre hubiera salido por primera vez en su vida a correr y estuviera rompiendo todas sus barreras físicas y mentales corriendo 2 km? Yo estaría realizando un entrenamiento normal en mi rutina de 10 km, y eso no significaría ni mucho menos que que yo fuera mejor que él.

Y entonces, ¿dónde está el truco? Si el que adelanta no es el mejor, ni el adelantado es el peor, ¿quién gana la competición? La respuesta es nadie. O mejor dicho, los dos. La clave está en que el éxito reside en la consecución personal de cada objetivo, y no es su comparación con los retos ajenos.


La vida también es una carrera de fondo, y en ella cada uno debemos correr nuestro propio camino. Debemos marcarnos metas muy precisas y luchar por conseguirlas sin importarnos lo que hagan los demás con sus vidas. ¡Ellos también están corriendo la suya y tomando sus propias decisiones! 

Si quiero conseguir 10000€ y alguien a mi lado consigue 12000, ¿debería sentirme mal? Todo depende de dónde coloques tu foco: si te has propuesto esos 10000 y lo has conseguido, deberías sentirte muy orgulloso, independientemente de lo que otros consigan. Eso sí, si el hecho de ver que el de al lado ha conseguido más te ayuda a motivarte, a superarte y a lanzarte en busca de objetivos más ambiciosos, ¡perfecto! A eso se le llama buscar inspiración en el ejemplo ajeno. Si este hecho va a cegar tu éxito con la envidia, pasa a ser un sentimiento destructivo que no te permite disfrutar de tus logros.

Disfruta de tus victorias sin comparaciones. Tus logros son tuyos, y de nadie más. Y si tienes ambición, ve a por ello. Pero no permitas que los éxitos o los fracasos de los demás dirijan tu propio bienestar.


viernes, 3 de agosto de 2012

¿Por qué enfrían los botijos?

La verdad es que cuando miro atrás a mi infancia, la figura del botijo durante el seco y duro verano extremeño siempre aparece en mi mente. ¡Qué agua más fresquita! Y es ahora, unos cuantos años después, cuando llega a mí un artículo (www.coffeedencial.com) de manos de mi padre (gracias, Papá) en el que se ofrece la explicación a este fenómeno. Lo transcribo a continuación:

El agua se conserva fría porque se "autorefrigera" debido al efecto de la "refrigeración por evaporación". Parte del agua que se encuentra en el interior del botijo se filtra hacia afuera a través de los poros de la arcilla, y al entrar en contacto con el ambiente seco exterior se evapora. Pero para pasar al estado gaseoso, el agua necesita energía (calor), y puede tomarla del ambiente, pero también del líquido que queda en el interior, bajando así su temperatura.

Curioso, ¿verdad?

jueves, 14 de junio de 2012

Lo que me enseña el running: aceptando las dificultades

Un día salí a hacer una media maratón yo solo, y lo recuerdo como el momento más duro que he pasado corriendo: el sol apretaba, mi cabeza no estaba en su mejor momento, la soledad...es por eso que físicamente me encontré mermado desde el km 7, y lo peor era mi preocupación por el bajo ritmo que estaba siendo capaz de mantener. Este malestar estuvo conmigo hasta, más o menos, el km 14, donde comprendí y acepté que ese día no iba a estar en mi mejor forma, y analicé mis dos opciones: seguir agobiado (y, posiblemente, sufriendo sin ser capaz de acabar), o bien aceptar la situación, adaptarme a ella bajando el ritmo, disfrutar en lo posible de este cambio y conseguir mi objetivo. Elegí lo segundo.

En la vida, cuando ocurren eventos inesperados que suponen un desequilibrio en nosotros, igualmente podemos elegir. Vale que ciertos imprevistos pueden ser una faena y pueden estar fuera de nuestro control, pero aún así, podemos seguir eligiendo la forma en que estos nos afectan.


Asumir la nueva situación y adaptarnos a ella lo antes posible es el camino para vivir sin agobios ni infelicidad. Y es el primer paso para, si es lo que queremos, poder cambiar algo con posterioridad.


domingo, 20 de mayo de 2012

¿Por qué nos engañamos?

Desde pequeño hemos oído de nuestros mayores que está mal mentir y engañar a los demás, pero pocas veces nos hablaron de algo que es mucho peor: engañarnos a nosotros mismos. ¿Por qué lo hacemos?

El autoengaño es, sencillamente, una defensa para, en muchos casos, no afrontar la realidad. A corto plazo vivir engañado produce un beneficio: evitar pasarlo mal haciendo frente a una situación poco agradable, por ejemplo. Sin embargo, a largo plazo el autoengaño no provocará más que problemas. Entre ellos, la sensación de no poder afrontar tus propias dificultades, con el consiguiente daño personal que eso conlleva.

Para combatir el autoengaño es necesario ser muy consciente de qué está pasando a nuestro alrededor, y para ello el feedback de nuestros seres queridos es fundamental. Nuestra visión está muy acotada, incluso a veces, tremendamente influida no por lo que pasa, sino por lo que querríamos que pasara.

En definitiva, bajo el autoengaño vive oculto el miedo: el miedo a asumir que la realidad es bien diferente a como nos gustaría que fuera. Y ante esto, si queremos ser felices, podemos actuar de dos maneras: aceptando que esta situación es la que es, o bien actuando para cambiar y reconducir nuestra vida hacia donde nos gustaría que en realidad estuviera. 

Vivir en una realidad ficticia, a la larga, no trae más que problemas.


martes, 8 de mayo de 2012

¿Por qué quejarte no te ayuda?

A menudo ocurre que nos quejamos por todo: porque el metro llega tarde, porque los precios suben, por la crisis, porque todo nos sale mal...Y yo me planteo, ¿de qué sirve la queja? Lo cierto es que la queja es una válvula de escape ante la rabia que puede suscitar en nosotros un hecho negativo. Es una especie de ayuda para "sacarlo fuera". Pero toda queja también tiene su lado oscuro...

Cuando te quejas, en el fondo y de forma inconsciente, te estás diciendo a ti mismo que ese hecho, que está fuera de tu control, te afecta. ¡Y claro que te afecta! Ahora bien, una cosa es que te afecte y otra muy distinta es que tu vida dependa de ello. Cuando te quejas, estás alimentando la creencia de que no controlas tu propia vida, puesto que hagas lo que hagas, siempre habrá algo que te joderá el día. 

Este hecho camina sobre la delgada línea del victimismo. Seguro que conoces a la típica persona que se pasa todo el día quejando por todo, como si el mundo estuviera en su contra, como si no pudiera hacer nada para evitar las cosas que le ocurren. En realidad, este comportamiento es un mecanismo de defensa para no asumir su responsabilidad. Es más fácil quejarse por todo que actuar para que las cosas cambien.

En resumen, las quejas hacen que pierdas el control sobre tu vida y evitan, en muchos casos, que puedas tomar decisiones para cambiar la situación que no te gusta, limitando tu responsabilidad y mermando tu autoestima.

Hay quejas adaptativas y muy sanas (como por ejemplo, cuando nos quejamos por un mal servicio en un restaurante). La clave en esta distinción es preguntarnos si quejarnos va a servir de algo. Porque si la respuesta es NO, estaríamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, al sentirnos, sin quererlo,  impotentes e incapaces. 

Nosotros somos los dueños de nuestras propias vidas y tenemos el poder de decidir qué nos afecta y qué no, y de qué manera. Usemos ese poder para potenciarnos, no para limitarnos.


domingo, 22 de abril de 2012

¿Por qué dejamos todo para mañana?

La procrastinación es una palabra horrible que hace referencia al humano hábito de postponer tareas u ocupaciones para más adelante. Algunos estudios indican que lo que hay detrás de esta mala costumbre, en el fondo, es un exceso de perfeccionismo, o incluso miedo al fracaso.

Lo que está claro es que retrasar lo inevitable sólo nos lleva a perder nuestro tiempo, a engañarnos a nosotros mismos, y lo que es peor, a dañar nuestra propia autoestima.

Una buena estrategia que ayuda a combatir el aplazamiento de tareas es dividirlas en tareas más pequeñas y manejables, de manera que no nos dé tanta pereza hacerles frente. Es interesante ver cómo lo que más nos cuesta es arrancar. Dedicar unos pocos minutos a dicha tarea nos salvará muchos dolores de cabeza.

lunes, 16 de abril de 2012

Lo que me enseña el running: la relatividad de los retos.

Con esta entrada pretendo inaugurar una nueva sección llamada "Lo que me enseña el running". O lo que es lo mismo, lo que aprendo mientras corro. Para mí, esta actividad física realmente se está convirtiendo en una filosofía de vida. Mucho más allá de los múltiples beneficios saludables que proporciona, ofrece una oportunidad muy grande de entrenar la fuerza mental, la cual nos resulta muy difícil de ejercitar habitualmente. Por otro lado, las múltiples vivencias que experimento mientras entreno se traducen en metáforas de la vida y del día a día dentro de mi cabeza, y de eso pretendo hablar en este espacio.

Hoy, concretamente, quiero reflexionar sobre la relatividad de los retos. Creo firmemente en que la única manera que tiene el ser humano de evolucionar y crecer a nivel personal es mediante la superación. Y para superarnos, necesitamos retos. Objetivos que nos motiven, que entrañen una cierta dificultad para nosotros, y que nos satisfagan a un nivel de autorrealización. La actividad del correr es un escenario perfecto para plantearnos retos, ya que OFRECE MEDIDAS OBJETIVAS, como son las distancias, los ritmos o las pulsaciones. Un reto (en general), por tanto, debe ser medible de forma objetiva, entre otras cosas.

¿Por qué me refiero entonces a la RELATIVIDAD de los retos? Sencillamente al siguiente hecho: cuando yo acabé mi primera carrera de 10 kilómetros, sentí que había ROTO UNA BARRERA MENTAL. Esos 10k, de pronto, habían dejado de ser un límite para mí, porque ya lo había conseguido. Y esto genera confianza, mucha. Ahora cuando salgo a entrenar, mis rodajes suelen bordear esa cifra, y muchas veces la superan. No hace mucho concluí la media maratón de madrid en un tiempo más que aceptable para mí, y de nuevo, con eso, rompí un nuevo límite. Ya que lo puedo hacer. No lo intuyo, no lo imagino, no lo sueño. Lo sé. 

Las dificultades son relativas a los logros que hayamos conseguido. Con cada barrera que tiras, tu confianza aumenta. Integras la creencia de que PUEDES superar cualquier otra que se te ponga por delante.

Por eso, pregúntate hoy: ¿qué barrera me gustaría tener derribada mañana? Toma distancia, y relativiza esa dificultad, porque una vez la hayas vencido, no te habrá parecido para tanto. Ten la seguridad de que con esfuerzo, sentido común y constancia, cualquier objetivo es alcanzable.

domingo, 25 de marzo de 2012

La publicidad emocional

En mi anterior entrada definí "vender" como la transmisión de emociones a través de productos y servicios. Pues bien, es interesante analizar la corriente que se está poniendo de moda últimamente: la publicidad emocional. Ésta consiste, básicamente, en crear un torbellino de sensaciones en el espectador, culminando con el mensaje y la emoción que la marca pretende grabar en nuestro inconsciente.

Recomiendo ver primero los vídeos para que cada uno experimente sus propias sensaciones antes de leer mi análisis. Así se evita cualquier tipo de sugestión.





En este primer vídeo se recurre a la inocencia y a la ternura que despiertan los niños pequeños a través de una situación altamente cotidiana: un adulto arrastra problemas, y el niño, que no es tonto, lo percibe, narrando este hecho en primera persona. El anuncio concluye de manera magistral con la voluntad del niño de querer hacer algo para que sus padres se sientan mejor. ¿De qué manera? Dándoles Actimel para que se cuiden y para que su organismo responda mejor a las adversidades cotidianas. Este hecho, sin duda, transmite numerosas sensaciones al espectador, que interpreta ese gesto de manera muy positiva: es un detalle agradable, relacionado con la bondad, el bienestar, la solidaridad, el amor, la inocencia y la generosidad pura de un niño...

En definitiva, en el fondo se hace uso del habitual mensaje "quiero lo mejor para ti". La originalidad de este spot, sin embargo, reside en cómo le dan la vuelta a la tortilla, utilizando una historia en la que es el hijo el que lanza el mensaje a sus padres, y no al revés (que suele ser más común), consiguiendo generar todas esas sensaciones.




Este segundo anuncio es mucho más frenético a nivel emocional. La escena comienza en la puerta de un hospital, donde una pareja se dispone a salir con su bebé recién nacido para irse a su casa. La música induce un estado de temor o suspense en el espectador, y de hecho los padres, a pesar de la llegada al mundo del hijo que tienen entre sus brazos, ninguno está sonriendo (más bien se intuye la preocupación en sus caras). Además, en la siguiente escena se ve cómo ambos corren con su hijo hacia el coche en una cerrada noche lluviosa. Todos estos elementos, sin duda, aportan más suspense, inquietud y desasosiego en el espectador, que no entiende por qué a partir de una noticia tan agradable como es un nacimiento surge una escena tan inquietante. El efecto producido es confusión. Y un ser un humano no quiere sentirse confuso, por lo que es una clara invitación a ver el resto del anuncio para averiguar cómo sigue la historia. Nos han enganchado desde el principio.

En las siguientes escenas nos ofrecen datos del bebé, algo que probablemente cambia el registro emocional del espectador, que al fin se relaja y sonríe, enternecido por las imágenes. La música en esta parte, además, parece que empieza a avanzar.

Sin embargo, la visión de un camión amenazante y, sobre todo, de los ojos aterrados del padre al observarlo, vuelven a ponernos sobre alerta. El miedo se dispara. Y a los dos segundos, de nuevo volvemos a respirar al comprobar que el conductor consigue controlar el coche, salvando a su familia. Y es en ese momento cuando la cámara nos ofrece un plano medio de las ruedas. En ese preciso instante se alcanza el éxtasis del anuncio, y el espectador graba a nivel inconsciente en su mente la idea "Estas ruedas salvan vidas".

Esta creencia se refuerza, además, si pensamos en el dramatismo que podría suponer un accidente en el que se vieran implicados unos padres con su hijo recién nacido. Pero esta idea se descarta, dando más fuerza al mensaje, en la siguiente escena a través de la frase "...pero no ahora". Los padres entonces respiran aliviados.

En la escena final, ocurre un detalle sutil y breve: sólo cuando aparece una rueda Bridgestone con la familia encima, contemplamos el único momento en el que se ve a los padres sonreír, poniendo fin a estos vaivenes de emociones. Es un símbolo claro de seguridad para ellos. Y la seguridad transmite confianza, serenidad y calma ("todo acabó bien"). Es lo que la marca pretende asociar a su producto, y bajo mi punto de vista lo consigue con creces.

viernes, 16 de marzo de 2012

¡Mamá, necesito esos pantalones!

La persona que piense que cuando adquiere un producto lo hace "con la cabeza fría", en muchos casos se equivoca...sin darse cuenta. Y me apoyo en los datos de estudios realizados sobre nuestras tendencias al comprar en lo que se conoce como establecimientos de libre servicio (como supermercados o grandes almacenes):
  • El 45% del gasto de un cliente procede de las llamadas compras planificadas: vienes con la idea de adquirir algo que necesitas, y lo compras.
  • Sin embargo, el mayor grueso en los beneficios, con un 55%, se obtiene a partir de las compras no planificadas: son aquellas que realizamos por impulso, en el mismo momento, sin haberlas contemplado antes de llegar al establecimiento.
Y es que los vendedores saben muy bien cómo llegar al consumidor: apuntando directamente al hemisferio derecho a través del precio (ofertas, descuentos...) y, sobre todo, de la publicidad. Ésta consiste, fundamentalmente, en anclar lo ofertado a un estado emocional. Tú no te fijas en el producto en sí mismo, sino en lo que te dicen que vas a experimentar a través de él. Todos estos mensajes atacan a nuestra parte inconsciente y se quedan ahí procesándose, a la espera de pasar a la acción a corto plazo.

Son famosos por ejemplo, los productos de AXE, precisamente, por su alta carga sexual. El mensaje transmitido es: "con AXE no se te resistirá nadie". Sobran las palabras:



Y famosos son también otros anuncios como el de BMW: "¿te gusta conducir?". En este último, es especialmente llamativo el hecho de que el producto a vender no se deja ver ni una sola vez en todo el anuncio, porque el objetivo es que el televidente se enfoque en las sensaciones que experimentaría si lo condujera, para evitar juicios racionales sobre si la línea es atractiva, si el motor consume demasiado o si es muy caro para mí:


En definitiva, la realidad es que en nuestra sociedad hemos frivolizado la palabra "necesidad". Lo que nos parece una necesidad, muchas veces no es más que un deseo (que es bastante diferente) de conseguir algo, en ocasiones material, que implica automáticamente (según nos han hecho creer) que seremos más poderosos, más cool, estaremos más a la moda o seremos socialmente más aceptados. Todo esto es producto del buen trabajo de la publicidad, que ha anclado a sus productos todas estas sensaciones. Al final, la compra en sí misma no es lo importante: lo importante es que, a través de ella, conseguirás sentirte de un modo determinado: estás adquiriendo un estado de ánimo.

Vender es transmitir emociones a traves de productos y servicios. Consumir no es más que rendirnos a nuestra condicion humana y animal de perseguir instintivamente aquello que nos hace sentir bien.