viernes, 16 de septiembre de 2011

100km en 24horas (IV y V): San Sebastián de los Reyes-Tres Cantos-Colmenar Viejo

Tus músculos se habían quedado congelados al estar expuestos a aquellas temperaturas tan bajas a altas horas de la madrugada. Reanudaste la marcha muy lentamente, dejando que tus piernas poco a poco se fueran calentando. Sabías que era factible conseguirlo, pero también eras consciente de que aún te quedaban unos 24 km por delante. Sólo quedaba dejarte llevar, y no enfocarte demasiado en tus dolores. La cuesta arriba que os daba la bienvenida al reanudar la marcha funcionó como la metáfora perfecta de lo que este último tramo supondría.

Tu ánimo se encuentra al 80%. Has conseguido romper la barrera psicológica de llegar a San Sebastián, y en tu cabeza no dejar de resonar que "ya lo demás es cuesta abajo". Le confiesas a Paco que antes tu ánimo estaba muy decaído. Como si no se hubiera dado cuenta...

Las ampollas comienzan a mermarte de verdad por primera vez en estos 75 km que sumas a tus espaldas, pero el dibujo del amanecer en el cielo te hizo olvidar todo por unos instantes. Paco fue, especialmente en estos kilómetros finales, fundamental. Te dejó sus bastones, te ofreció pasas que te dieron la vida y te animó cuando flojeabas.

Por el camino sufriste al ver personas que iban literalmente arrastrando sus piernas, a un ritmo muy lento. Sabías que no lo conseguirían así, y al pasar a su lado les ofrecías un poco de tu energía en forma de ánimos. Os unisteis a un grupo de chicas de Murcia, tremendamente fuertes y resistentes. Mientras charlabais, tu femoral te avisaba de que no estaba bien, lo que te forzaba a andar tirando de la cadera, sin doblar demasiado la pierna. Pensaste si tenías en casa el teléfono del fisioterapeuta. Bien.

Tu estómago te pide comida cada 5 minutos, era impresionante la forma en la que tu cuerpo te demandaba energía en esos kilómetros de último y máximo esfuerzo. Paco y tú sólo pensabais en llegar, ya os daba igual entrar en las 24 horas estipuladas. "Esto lo acabo yo como sea", pensabas. Tu ánimo decae por momentos al ver que tus pies están bastante cansados, pero aprendes a escuchar otras voces, a enfocarte en otras sensaciones. Hasta en un atasco podrías escuchar música clásica saliendo de un coche.

Al llegar al carril bici por el que algunas mañanas habías corrido antes de ir a trabajar, no puedes evitar sentirte en tu territorio, y eso te impulsa. La gente con la que ibais apretaba, pero Paco nunca te abandonó. Le necesitabas, ahora que estabas más cerca que nunca.

Al llegar al polideportivo de Tres Cantos, ni te molestas en coger tu mochila. Refrescas tus pies, y decides quitarte el apósito que cubría tu ampolla, te estaba molestando con su roce. Mala idea. Terrible. Aprendiste que si no es por una razón crítica, nunca debes quitarte algo que te estorbe ligeramente. Comes una ensalada de pasta, y reanudas la marcha buscando el triunfo. A pocos kilómetros te espera la meta. Con el tiempo ajustado, eso sí.

De camino a Colmenar, atraviesas unos pedregales. Te das cuenta de que corriendo al trote los desciendes mucho mejor. Te relaja algunos músculos que, para entonces, llevas al límite. 3 kilómetros después, llegas a un avituallamiento. ¡Sólo faltan 8 km!

A medida que avanzáis, vais dejando gente atrás. Gente dolorida. Gente que, incluso, se tambalea. Llegaba la hora de atravesar unos riachuelos cruzando por encima de unas piedras. Hay chicas delante en una fila, y tardan demasiado en cruzar por el miedo a caer. Te estaban cortando el ritmo, y tus músculos se enfriaban. Un "¡Vamos, ostias!" saliendo de tu boca revelaba que estabas enfadado. Sabías que cualquier pequeño fallo en este punto podía mandar todo al traste. Eres consciente, además, de que el recorrido que te queda tiene una pendiente muy fuerte, lo conocías bien. Con lo que no contabas tampoco es con la salida del sol, que poco a poco comenzaba a hacerse notar.

Entonces piensas que quizás no haya sido buena idea haber cogido una única botella de agua. Está a menos de un tercio de su capacidad, y te queda un tramo horrible por delante con el calor emergiendo. Con la idea de reservar agua y la esperanza de encontrar un avituallamiento pronto, prosigues tu marcha. Notas que Paco está un poco impaciente, él va mejor que tú. Escribe un mensaje desde unos metros más alante y te dice: "tú siempre clavas los tiempo de llegada, ¿a qué hora crees que llegaremos?". "A las 11.35, 5min+-" le respondes. En ese momento, te comunica que decide apretar el ritmo, lo cual provoca que te quedes solo. Está bien, lo peor ha pasado, un momento de soledad lo podías incluso agradecer.

El problema es que empiezan a aparecer las cuestas, una y otra vez. El sol aprieta de verdad. Te tapas con tu buff para no quemarte la oreja derecha. Cuestas. Es lo único que alcanzas a ver en cada cambio de rasante, y ni rastro del puto avituallamiento. Te enfocas demasiado en lo sediento que estás, en el calor....y temes desmayarte. De pronto, encuentras a un viejo conocido de la salida. Hablas un poco con él, aunque no tenías energía para ello. Tu ánimo se encuentra al 35%, tu estado físico al 20%. La desesperación se apodera de ti, y la detienes momentáneamente cuando este chico te ofrece algo de agua. Bebes dos buches, el tercero lo dejas en tu boca y lo escupes dentro de tu botella. "Por si acaso", piensas. Estabas jodido, de verdad. Comes un melocotón para meter más agua a tu cuerpo, y respiras hondo para hacer desaparecer la mala hostia que llevabas encima. No era normal no haber colocado un solo punto de avituallamiento en medio de esas vorágime de esfuerzo vertical. Pero sabías que el enfado te activaba y consumía energía que necesitabas para otras cosas. Mejor dejarlo a un lado...

Coges una botella vacía del suelo, sabías que al final de ese infierno habría una fuente. Pero descubres, con sorpresa, que un punto de avituallamiento te espera a falta de 1.5 km para llegar a la meta. Una mezcla de indignación y alegría te invade. Te bebes dos botellas del tirón. Tu ánimo sube al 60%, y para relajar tus piernas trotas durante unos 500 metros. Ya queda poco. A lo lejos, se divisa el polideportivo. Es el momento de sacar tu cámara para grabar la entrada.

Bajas una cuesta sin saber muy bien qué sientes, cuando de repente, allí los ves. Han venido a recibirte. Alberto, Aura. Sin palabras. Los últimos metros hacia la meta hicieron que la emoción te embargara. El apoyo del amor y la amistad, la mano que te empujó en los metros finales, que compartió contigo la alegría del éxito, del triunfo. Pensaste además en toda la gente que te había estado apoyando, que no habían siquiera dudado de que lo conseguirías.

El cruzar la meta supuso un instante de disfrute infinito, la euforia te embargaba. El alivio después de curar la herida. Un diploma acreditaba que completaste los 100km en 23:40. Objetivo conseguido. Y de todo esto aprendiste muchas cosas, pero sobre todo, te reafirmaste en la idea de que hagas lo que hagas, el apoyo de la gente, de una o de otra manera, es crucial. Si quieres llegar rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve bien acompañado.

Una cosa importante en la vida, es acabar lo que se empieza. Bien o mal. Con éxito o sin él. Pero acabarlo. Retirado o entrando en meta. El placer del reto no se basa en la consecución del mismo. El camino es lo que más te puede hacer disfrutar, no el fin.

domingo, 24 de julio de 2011

100km en 24horas (III): Tres Cantos-San Sebastián de los Reyes

Al salir de Tres Cantos notas la adrenalina recorriendo tus venas: estás estresado. El hecho de ver a tan poca gente y, sobre todo, de salir con un retraso de 10 minutos sobre el tiempo límite te había influido. Decides llamar a tus padres, tenías varias llamadas que no pudiste atender antes. Ellos te dan ánimos a su manera, y eso te da fuerzas para seguir, para creer que esa desventaja temporal se podía superar. Al llegar a una encrucijada cercana al polideportivo, seguiste por la acera de enfrente, como te dijeron unos chicos de la organización. El camino resultó ser asfalto solitario y poco iluminado. A cada paso, sembrabas más dudas. No estabas seguro de que fuera la ruta correcta, ya que no encontrabas ninguna baliza, pero estabas a mitad de camino. ¿Qué hacer? Decidiste seguir avanzando hasta el primer cruce, que parecía estar cercano. Si no veías nada entonces, la habrías cagado. Y así fue. Sentiste una mezcla de rabia e impotencia, ya que fácilmente anduviste un kilómetro y medio fuera de mapa. "Cojonudo, más retraso aún". Tu ánimo cayó hasta el 30%, el tiempo era una losa encima de ti. Esta sensación, y la posibilidad de abandonar "porque no llegas a tiempo" te invadió...durante un minuto. Sabías que llegar o no estaba en tu mano, ¿y cómo se combate el retraso? Espabilando. Decidiste volver de vuelta hasta el punto de cruce corriendo. Una vez que llegaste, te diste cuenta de que el camino real estaba escondido tras unos matorrales. Le dedicaste mentalmente algunas palabras poco agradables a la gente de la organización, y te introdujiste en la vereda. Estabas de nuevo en ruta, vuelves a respirar.

Envalentonado, volviste a recordar la frase que te llevabas repitiendo todo el camino. "Si llego a Sanse, está hecho". Se había convertido en una creencia firme para ti, y te vienes arriba. Pero primero había que llegar...

Continúas la estela de luz que dejaban las barras de luz fría en el camino de tierra...hasta que dejaste de verlas. "¿Cómo puede ser? ¿Otra vez me equivoqué?". No había dudas, no veías ningún tipo de baliza. El agobio y el recuerdo de lo que te acababa de pasar te volvían a abrazar. "Tranquilo", pensaste. Sólo tenías que volver sobre tus pasos hasta la última baliza para ver qué hiciste mal. Esta vez no te preocupaste por el tiempo, sino simplemente por dejar de perderte.

En ese momento pensaste en lo solo que estabas, y lo bien que te vendría alguien para acompañarte durante el duro tramo nocturno que se avecinaba. Inmerso en esta reflexión, miraste hacia Tres Cantos, suplicando al Universo que te enviase a alguien. De pronto, a lo lejos divisaste una luz intensa que avanzaba frenéticamente hacia ti en un movimiento de arriba a abajo. Esa luz se fue transformando paulatinamente en una figura. Esta silueta, finalmente, acabó dando paso a un participante con dos bastones, venía realizando con brío la marcha nórdica. Se trataba de Paco. Tú entonces no lo sabías, pero Paco se convertiría en un factor fundamental para ti más adelante. Decidiste presentarte, y él no tuvo ningún problema en acompañarte. Te bastaron 30 minutos de conversación para darte cuenta de que habías dado con la persona ideal para continuar tu camino. Paco era una persona muy comunicativa, afable, increíblemente generosa, y te transmitía mucha confianza.

Reanudasteis la marcha con brío, a más de 6km/hora. Parecía imposible que vuestros ritmos de marcha además fuesen tan compatibles. Los siguientes kilómetros los hiciste fluyendo absolutamente. Te sentías bien, con fuerzas, con ánimo. El haberte encontrado con tu nuevo compañero tuvo mucho que ver, desde luego. Acordasteis parar cuando fuera necesario y comunicar en todo momento nuestras necesidades, en una demostración de sinergia total. Las conversaciones iban y venían. Hablasteis de vuestras vidas, vuestro mundo, vuestra forma de ver las cosas. La cosa pintaba bien.

Fue a la altura del kilómetro 60 cuando notaste que la marcha se iba haciendo cada vez más pesada: los músculos en tus piernas empezaban a contracturarse, y tu compañero sospechaba, aunque nunca quiso comprobarlo, que le estaba naciendo una ampolla en su pie. Vuestro ritmo de carrera bajó, probablemente hasta los 5km/h, quizás menos en algún momento. El único objetivo era llegar al siguiente avituallamiento. Pero los pasos se empezaban a hacer eternos.

El siguiente tramo fue especialmente duro. Al atravesar una alameda, escuchasteis el sonido del río, y no pudiste evitar estremecerte al notar cómo bajó la temperatura. Ni el forro polar ni la activación de tu cuerpo conseguían hacerte entrar en calor. Atrás dejasteis a un hombre que no podía con su alma, se pensaba retirar en San Sebastián. No quisimos decirle lo que aún le quedaba...lo cierto es que ni nosotros mismos estábamos seguros de ello. Notas que te falta energía cuando te das cuenta de que estás hablando mucho menos de lo normal. El frío y el cansancio te estaban mermando. A lo lejos, se ve San Sebastián. Parecía cercano, pero el constante vaivén de las colinas que no parabais de subir os confundía. Desesperante.

Cuando pensabais que os quedaban aún 5 km para llegar al polideportivo, divisaste un cartel de la organización que os daba la bienvenida. Veías luz, gente...no podía ser. ¡Habíais llegado! Rápidamente entrasteis, sin coger siquiera las mochilas de avituallamiento, y os dirigisteis a tomar un buen caldo de pollo que os haría entrar en calor. Aquel vaso te devolvió a la vida. Ya estabas en San Sebastián de los Reyes, al fin. Según tú, ya sólo quedaba restar menos de 30km, lo más duro habría pasado... ¿O no?

Ánimo: 70%. Estado físico: 50%.

jueves, 16 de junio de 2011

100km en 24horas (II): Colmenar Viejo-Tres Cantos

Saliste con aires bastante renovados de aquel polideportivo. La temperatura cálida del agua te había devuelto a la vida. En tu mente, una única meta: llegar a Tres Cantos. El ánimo te empujaba, saliste con paso lento para reanimar lentamente tus enfriados músculos, y mientras te ibas comiendo aquel bocadillo que te preparaste para motivarte, comenzaste a hablar con un par de chicos que iban juntos en la carrera. Te contaron que su fallo del año pasado fue que empezaron con un ritmo demasiado fuerte, y no pudieron terminar. 'Por eso no debo preocuparme entonces', pensaste mientras te reías dentro de tu cabeza. Anduviste junto a ellos los 5km que os separaban del siguiente punto de avituallamiento, donde tomaste un bote de Gatorade y una barrita de almendras. A esto último lo calificaste de 'innecesario', pero sabías que tu cuerpo podría fallar sin avisar si no le ibas dando combustible periódicamente. En ese punto, tus acompañantes se detuvieron para refrescar sus pies. Tú decidiste continuar la marcha: te veías fuerte y cómodo. Además, el terreno ya lo habías recorrido alguna que otra vez.Ánimo:90%. Estado físico: 90%.

Durante el resto del camino fuiste solo, y para entretenerte, creaste un juego en tu mente que consistía en pensar qué acciones ibas a realizar en el siguiente punto de avituallamiento: masajear tus pies, beber, echarte reflex aquí o aquí, comer algo, estirar, cambiarte de calcetines, guardar alguna botella en la mochila...de esta forma te obligabas a escuchar constantemente a tu cuerpo. Ibas vigilando, como habías hecho desde el principio, a tu ingle derecha. Desde que empezaste el reto notaste un pequeño dolor, de intensidad 2 sobre 10, que nunca llegó a aumentar, pero tampoco desaparecía No te preocupaba especialmente, pero no estaba de más hacer un seguimiento periódico.

La estrategia parecía clara: ahora que ibas solo, aprovecharías para caminar con paso alegre mientras las piernas te lo permitieran, teniendo únicamente en tu cabeza como objetivo final llegar a Tres Cantos. Para ti, no había nada más...de momento. Era demasiado pronto para pensar en los 100. Por ahora, te tocaba disfrutar sin pensar en nada lejano.

Está atardeciendo, el paisaje no puede ser más espectacular. Decides grabarte un vídeo contando tu situación para entretenerte, y mientras tanto saboreas el suave calor que comienza a evaporarse. Cae la noche. Decides que, ahora que queda poca luz, es el momento ideal para ponerte en 'modo nocturno': te quitas la gorra y las gafas, sacas el frontal y el forro polar, y el buff pasa de estar en tu cabeza a cubrir tu cuello. Todo preparado para continuar sin sol.

Por el camino hubo mucha gente que te llamó para ofrecerte su apoyo, lo cual agradeciste por los ánimos, y sobre todo por la compañía. A lo largo del recorrido, sólo se divisaban barras de luz fría que alumbraban tu horizonte. Y a lo lejos, y cada vez más cerca, las luces de Tres Cantos.

Llegas fresco al polideportivo. 52km llevan tus piernas a cuestas. Rápidamente buscas tu mochila, número 524. Te sientas, sacas el contenido de tu equipaje y te quitas las zapatillas para airear tus pies. Problemas: un par de ampollas comienzan a nacer. Hasta ahora habías salvado un par de rozaduras con compeeds, pero esto podía llegar a ser más grave.

Decidiste que no era buena idea jugártela, ya que aún te quedaba la mitad del camino por delante, por lo que después de darte una buena ducha, fuiste a los servicios de atención médica. Más problemas: mucha gente en la cola. No podías hacer nada más que aguantarte. Lo peor es que todo el colchón de tiempo que habías ganado, lo podías perder ahora, pero era lo que tocaba. O eso o podía que no acabaras. Tras 40 agónicos minutos de espera, te atendieron los trabajadores de Protección Civil, increíbles profesionales y mejores personas. Te hicieron un par de apaños para que no te molestase demasiado al andar, y listo.

Era el momento de irse, pero ¡mierda! ¡Se te había olvidado sellar el rutómetro al llegar, qué cagada! ¿Qué hora es? Las 00:40...¡joder, el polideportivo cerraba hace 10 minutos! Bueno, calma, te sellarán igual. En efecto, tu papel fue sellado, pero tu problema mayor no era ese...habías ido todo el rato rozando el límite, pero esta vez la espera con los ampollólogos te había retrasado mucho. Ahora saldrías 10 minutos por debajo del tope, lo que sólo significaba una cosa: O espabilas o no llegas.
Por delante de mí, 23km hasta San Sebastián de los Reyes. Ánimo:80%. Estado físico: 75%.

Continuará...

martes, 14 de junio de 2011

100km en 24horas: Colmenar Viejo-Colmenar Viejo

No sabes exactamente por qué, pero aquel día decidiste apuntarte a ese reto. Seguramente porque buscabas ponerte al límite, porque implicaba una actividad física y porque se realizaba al aire libre. Es un cóctel que siempre te ha encantado.

Aquel viernes por la noche, antes de que todo empezara, decidiste revisar tus mochilas. Con las provisiones listas y la vestimenta con la que comenzarías el día siguiente encima de la silla repasaste unas fotos, leíste unas líneas de ese libro que nunca parece acabar, y te fuiste a dormir. ¿Sería casualidad que soñases aquella noche con superar la prueba?

Fue Alberto quien te despertó. Llegó 10 minutos antes de la hora prevista. Desayunaste, y cargado con las 4 mochilas, te pusiste rumbo a Colmenar Viejo. Al llegar a la estación, Iván os esperaba. El equipo estaba completo, los corazones comenzaron a bombear con fuerza, en señal inequívoca de la excitación que suponía el reto que teníais por delante. Recogisteis los dorsales, las bolsas de avituallamiento y el rutómetro. Colocaste cada mochila en su destino adecuado, y los últimos minutos los aprovechaste para embadurnarte de crema solar y masajear tus pies con vaselina y crema reparadora. Calentaste. Aquel gemelo te había estado dando guerra durante la semana, pero ese sábado parecía que todo dolor había desaparecido. Miras a tu alrededor, y observas que, entre los participantes, hay un hombre descalzo y, muy cerca de ti, un hombre ciego abrazado a su guía. Piensas en ellos como un ejemplo increíble de superación, y te repites que tú hoy crearías el tuyo propio. Comienza la prueba. Ánimo: 100%. Estado físico: 100%.



Durante el primer tramo, el que resultó ser más duro, todo era ilusión, adrenalina, esperanzas...con la compañía de tus amigos, saboreaste cada brisa en aquel día tan soleado. Al salir del polideportivo de Colmenar, escuchaste a tu espalda: 'ya sólo quedan 50 personas'. Entonces preguntaste en voz alta:'¿Me estáis diciendo que por delante de nosotros ya hay 1200 personas?' Alguien se rió. En aquel momento, se te grabó a fuego una frase que tendrías que recordar más de una vez durante aquellas 24 horas: 'Aquí ganará quien acabe la prueba. Mi único rival soy yo mismo.'

No contemplaste nunca la opción de hacer los 100km de una tacada. Tu estrategia mental pasaba por llegar al siguiente polideportivo, considerando los distintos avituallamientos como metas volantes que te irían marcando el ritmo que deberías seguir.

El primer avituallamiento ya os indicaba que vuestro ritmo era bajo, llegasteis 10 minutos antes de su cierre. Esto creó un componente de estrés adicional que no ayudó en nada: las paradas fueron atropelladas, contadas con cuenta gotas y poco eficientes. Con el tiempo, los distintos errores fueron pasando factura: Alberto tenía molestias en sus pies, e Iván en su espalda. Comienzan sus dudas y tu incertidumbre. ¿Cómo acabará esto?



En un tramo precioso desde donde divisabais el castillo de Manzanares El Real, os encontrasteis con un abuelo de 70 años que portaba una mochila de la Maratón Popular de Madrid. No pudiste resistir la tentación de preguntar. En efecto, el abuelo era una máquina. Había hecho este camino varias veces, y te insistió en que ibais mal de tiempo. La experiencia es un grado, lo que hizo que tu estrés inevitablemente aumentara. Mientras tus hormonas bombeaban tu corazón, el abuelo os dejó atrás corriendo. Tus ojos no podían creer lo que veían...'hay ejemplos de superación everywhere', pensaste. Íbais mal de tiempo, y tus compañeros iban fastidiados. Mal panorama para el equipo.

Fue a falta de 10 kilómetros para acabar el primer tramo, mientras pasabas junto a una via ferroviaria, cuando supiste que era hora de tomar ciertas decisiones. Tus compañeros te apoyaron en todo momento para que siguieras solo, pero a ti te costaba hacerlo. Te llevaba costando desde hacía algunos kilómetros atrás. ¿Qué vas a hacer? ¿Les abandonas? ¿Qué ibas a solucionar quedándote ahí? Decidiste compartir tus dudas con tus compañeros, tenías que tomar una decisión YA. Te arrimaste a Iván, y le comentaste todas tus preguntas interiores. Él te miró fijamente, y te dijo 'tú tira, nosotros no vamos a acabar, estamos muy jodidos. Te veo muy bien, lo vas a conseguir'. Esas palabras se te grabaron a fuego. Decidiste despedirte apenado de tus compañeros, y cogiste sus palabras y su recuerdo como la mayor motivación para seguir. Tenías que hacerlo, su esfuerzo lo merecía. Y el tuyo también.

Emprendiste la marcha, y continuaste los últimos 10km a una velocidad superior a los 7km/h. A medida que adelantabas a la gente, veías el objetivo más cercano. Los avituallamientos se habían convertido en puntos de pasada, en lugar de puntos de parada. No había cansancio, sólo estrés, del positivo, del que 'te pone'. Y durante esos últimos kilómetros hasta regresar a Colmenar, no dudaste ni un segundo que ibas a conseguir el reto, desde la humildad, siendo consciente de que sólo podrías pensar en el siguiente polideportivo.

Recuerdas entonces la frase de Josef Ajram, 'Lo importante es terminar lo que empiezas', y sabes que ese sería otro apoyo para el resto del viaje en momentos de debilidad. También recuerdas los consejos de mucha gente acerca de nosequé de tener cabeza, o algo así...sabías que tendrías que esforzarte en saber parar si fuera necesario. Pero en la soledad, te preguntabas dónde estaba la frontera entre el 'debo parar de verdad' y el 'mi cabeza me está dando excusas para no seguir'. Siempre has tenido esa duda. Siempre lo cuestionas. Hoy, quizás tendrías que hacer un esfuerzo extra más adelante para responder a esa pregunta.

Estás en Colmenar, al fin. Los últimos 2km por carretera se te hicieron imposibles, infinitos. Odias el asfalto. Sólo querías llegar para darte una ducha. De camino, te encuentras de nuevo al abuelo de 70 años. Te repite que ya vas tarde. En lugar de estresarte, esta vez sonríes: de nuevo estás dentro del partido, has llegado dentro del margen de tiempo: 35km en 7h y 40 min. Ahora sólo queda refrescarte, tratar tus pies, coger comida de tu mochila en el polideportivo, cambiar de ropa y seguir la marcha. Ánimo: 90%. Estado físico: 90%. Siguiente objetivo: 15km hacia Tres Cantos.

Continuará...

miércoles, 16 de febrero de 2011

¿Estás conectado?

Desde luego, hoy en día, con las nuevas tecnologías, Internet, los smartphones, los chats, los correos electrónicos y los GPS es difícil no estarlo....

¿O es ahora más difícil que nunca?

jueves, 10 de febrero de 2011

Caminando

Caminando entre brasas, caminando.
Unos días hacia delante, otros hacia atrás.
Pero siempre caminando.
Quizás buscando un sentido, una respuesta.
Quizás simplemente soñando...
Temblando, abrazo la improbabilidad
de encontrar luz en esta noche oscura.
Oscura, y tan fría...
Y mis pies, confusos, siguen su impulso, y caminan.
Porque andando se hace el camino, dicen,
aunque a veces pienso que está en la naturaleza de un pie
la atracción por recorrer kilómetros y kilómetros,
sin importar dónde,
sin importar para qué.
Para qué, para qué...
Y finalmente, tras tanto surrealismo,
continúo mi camino espiral.
Sin destino, sin razón.
Pero eso sí...caminando.

miércoles, 5 de enero de 2011

El viajero del tiempo

A continuación transcribo una de las últimas creaciones de un genio que es capaz de poner en palabras sentimientos, vivencias y aprendizajes como nadie: mi amigo Manuel Casquero. Me he permitido la libertad de poner en negrita las frases que más me han llegado. Gracias, Maestro...

El tiempo no pasa, pasamos nosotros. Existió alguna vez un personaje que por miedo a envejecer se obsesionaba con la idea de parar el tiempo y detener su vida. Para ello, se desplazó a un desierto donde solo le rodeaban un inmenso mar de arena que abrazaba con su relieve de dunas, el espejo radiante de una azul sediento. En este estado de soledad y de profunda conciencia, no existía la sombra de otro ser humano, ninguna huella de la historia de la civilización, ningún sonido, ningún recuerdo. Cerró profundamente los ojos, creyendo que en ese esfuerzo visual, y negando sus emociones conseguiría paralizar su vida. Pero al volverlos abrir, se dio cuenta que por ese cielo infinito, antes ausente y vacio, desfilaban en forma de nubes cada uno de los recuerdos de su infancia. También percibió nubes de su presente más reciente, de sus dudas existenciales de sus pequeños y grandes miedos, y por último, intentado vislumbrar nubes que explicaran su futuro, el cielo se fue apagando con llamaradas naranjas y violetas de insatisfacción. Sin darse cuenta, el crepúsculo se había adueñado de él. Y, en vez de sentir nostalgia, añoranza o impaciencia, se sintió aún más unido desde el abrazo de la arena caliente al origen del universo.


La vida no se detiene porque no nos detenemos nosotros. Cuando menos se lo esperó notó que unas gotas bañaban sus iris... No era polvo del desierto, no era rocío de la madrugada, no eran gotas de lluvia, simplemente estaba llorando. Por primera vez, al intentar detener la vida, la sintió de verdad. Y dando ritmo a su propio tiempo, prestándose a si mismo una nueva oportunidad para vivir, descubrió la verdadera correspondencia entre nuestro universo interior, más emocional y etéreo con todo lo material, circunstancial y racional que nos rodea. Solo recibimos lo que damos y cuando menos lo esperamos nos salpica con su espuma nostálgica de días y noches, ese rio caudaloso “llamado tiempo”. "La vida no se detiene en la soledad, en la ausencia de nosotros mismos, ni tan siquiera en su crepúsculo, porque cuando anochece en nuestra existencia nuestra luz interior flota como nubes hasta volver a encontrar su origen en el universo. “La vida no nos vive a nosotros, somos nosotros los que vivimos la vida."